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La Resistencia: de la revolución al colapso


Cada día más activistas intuyen, descubren o se dan de frente con los límites de la protesta y la política institucional. El Estado capitalista es una estructura sociopolítica, jerárquica y burocrática, diseñada para "regular" los conflictos sociales en base al derecho positivo a la propiedad privada y el patriarcado. Cuando estás protestas rebasan el límite de lo aceptado por alguna administración estatal, y apoyado en las leyes para la contención social, el Estado se siente totalmente legitimado para hacer uso de la violencia: en muchos casos vitoreado por una parte de la sociedad. Una parte de la sociedad que se beneficia, material o ideológicamente, de la opresión existente. La crisis sistémica del capitalismo se expresa en cientos de miles de familias de origen popular que delegan su capacidad política o cultural (o cualquier aspecto de su vida) en profesionales, que bien pagados arrastran al precipicio a toda la sociedad occidental con las consecuencias globales que esto conlleva.

La "alternativa" del Estado como motor de la transformación no pasa de ilusión posmoderna de algunos académicos y aprendices de político profesional que, obviamente, tiene eco entre las conciencias más liberales del franquismo sociológico (sustrato social del Régimen del 78) pero incapaces de reformar nada, ya que, entre otras razones, sus propios privilegios se verían comprometidos por una revolución política. Además, ya sabemos como se comportan los "gobiernos revolucionarios" cuando un proceso de revolución social aspira a su superación (exactamente igual que un gobierno contrarrevolucionario).

El siglo XXI no será recordado por la Revolución, ya que un sistema global surgido de los totalitarismo políticos del siglo pasado, como es el nuestro, es irreformable. Cualquier relación tiene un punto de no retorno y el capitalismo patriarcal hace tiempo que traspaso esa línea roja. Pensar en clave de Colapso es el primer factor para resistir con éxito.

Protestar contra el calentamiento global y vivir en una metrópolis puede ser un primer paso, pero claramente insuficiente. Desear por sí mismo no cambia nada, hay que pasar a la acción. Pedir a un Estado, que está profundamente encadenado a los intereses petroleros o mineros, leyes más ecológicas es absurdo como finalidad (absurdo que llega a proporciones galácticas si además somos fieles consumidores en el mercado capitalista). Es decir, el sindicalismo desprovisto de la acción directa y una perspectiva autónoma de la vida solo sirve para quemar y adormecer conciencias o como trampolín mediático para alguna institución estatal.

La perspectiva para las personas que sufren alguna opresión no es favorable, si además los colectivos agraviados son incapaces de dar una respuesta que supere al Estado como contraparte, la derrota está asegurada.

La Resistencia debe ser el objetivo de las minorías activas. Participar de las luchas de masas de forma solidaria, pero sin ocultar nuestros análisis y herramientas. Sin ocultar que las formas de vida y protestas actuales no son conscientes del verdadero problema. La conciencia no se basa en darse cuenta de que se sufre una opresión, cualquier animal dotado de sentidos e instintos puede concluir que acciones son positivas o negativas para él. Por ejemplo una Osa que alimenta a sus retoños con peces muertos tras el desove, probablemente, acudirá todos los años al mismo río, pero no será consciente de los hábitos biológicos del Salmón. Ser consciente de la opresión que sufres, no es el sufrimiento que esta te pueda ocasionar, es en primer lugar entender el porqué y sobretodo el como liberarte. La consciencia se adquiere en la práctica cotidiana de la autoliberación.

La Resistencia debe partir de la realidad. Las minorías activas somos pocas y aisladas, pero eso no es un impedimento histórico, es más, la historia está llena de ejemplos de minorías que son capaces de participar con éxito en procesos sociopolíticos de gran trascendencia. La autonomía Zapatista o el confederalismo democrático de Rojava son ejemplos en la actualidad. Lo que nos diferencia de la gran mayoría son nuestros fines libertarios, que se concretan en nuestros medios libres, hasta completar lo que será la verdadera transformación social: que los medios libertadores sean instituidos como los fines de una sociedad dada. Es decir, que el anarcosindicalismo sea el referente de la clase obrera, que el ecologismo dicte las políticas urbanas de deconstrucción de las metrópolis, que la economía feminista este en el centro del retorno a la vida rural, que el Estado sea sustituido por federaciones libres y libertarias, que la tecnología este dedicada en hacer todo esto más fácil... Las grietas que el Colapso abre en la actual sociedad deben ser aprovechadas por las minorías activas para ofrecer una vida real y no una alternativa más. Esta es la principal actividad de La Resistencia, la vida.

Vivir según nuestra conciencia libertaria y crear/participar en espacios materiales de resistencia (cooperativa, sindicato, comuna, ateneo, federación, etc) partiendo de lo local hacia lo global, de lo real a lo integral. Y adquirir conciencia de lo cotidiano, formando espacios libres cada vez más complejos, sin miedo al error, son los retos que tenemos a corto/medio plazo.

¡Viva La Resistencia!


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